jueves, 6 de noviembre de 2014

Encuentro sotánico

Por Eugenia Devoto

El lugar es Ramírez de Velazco 957, la calle se encuentra paralela al Bv. Las Heras. Afuera de la Casa Taller no hay cartel ni indicación alguna de lo que sucede adentro salvo por un pequeño stencil en letra cursiva que dice, a la altura de los ojos, Casa Taller.
Entro y me recibe Mati, alcancía en mano.  La entrada es a colaboración. A la derecha se encuentra la escalera que lleva al sótano que da nombre al evento. Bajo, lo recorro. Encuentro la barra, y le siguen dos habitaciones contiguas con luces bajas, graffitis,  y en una hay un falo que sobresale de una pared. Salgo por el extremo opuesto, ingreso al patio y de ahí a la cocina y de ahí al atelier de uno de los habitantes de Casa Taller. Vuelvo a entrar. A la izquierda en una habitación, una fotógrafa brasilera expone su obra. Luces verdes y azules se proyectan y un árbol se retuerce sobre la pared. Comienza a entrar más gente a la casa y empiezan las bandas.
Niño Elefante es el invitado de la noche y el primero en tocar. Viene armado de un violín y un pedal con delay. Las melodías se superponen una sobre otra en capas. 0010 es la banda que le sigue. Podría decir que es conjunto a-genérico ya que cada tema explora un sonido distinto. Se mueven cómodamente entre el indie, reggea, pop, rock, noise.  The New Capes es el plato fuerte con delay, distorsiones y una voz que recuerda a la de David Lynch en su último álbum The big dream.
Un chico, que suele verse por ciudad universitaria ofreciendo panes rellenos, me atrae a la habitación donde estaba anteriormente la fotógrafa. Me invita a sentarme frente suyo en una mesa y me ofrece una copa de vino. “¿Qué te pareció?”, me pregunta y antes que pueda responder choca su copa contra la mía y bebe. Toma un rectángulo blanco de papel y apoya su copa sobre él, dejando una aureola de vino. Luego toma una pluma, la embebe en vino y firma el papel. No distingo el nombre y no entiendo muy bien de qué vendría a tratarse la performance de la que formé parte, pero me llevo mi obra con el vino aún fresco. Todavía la conservo.
Mi impresión final: un lugar de confluencia de sensibilidades diversas pero compatibles, un espacio de autogestión –un espacio político, en este sentido-, son algunas claves que pueden ayudar a pensar al Movimiento Sotánico pero que no lo agotan en tanto que cualquier espacio de experimentación se encuentra en constante mutación.





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